jueves, 16 de junio de 2011

Jesús: "ejemplo" y "escándalo"




Que yo sepa, nadie pone en duda la ejemplaridad de Jesús de Nazaret. Por eso se comprende el respeto que le tienen incluso los que no se consideran creyentes. Y sin embargo, una de las cosas más notables que tiene este personaje es que, si nos atenemos a lo que dicen los relatos evangélicos, Jesús impresiona tan hondamente porque fue un hombre, no sólo "ejemplar", sino además (y sorprendentemente) fue también un hombre "escandaloso". Los evangelistas lo afirman repetidas veces y sin titubeos (Mt 11, 6; Lc 7, 23; Mt 15, 12; 17, 27; 26, 31; Mc 14, 27; Jn 6, 61; 16, 1).

El Evangelio, por tanto, nos enseña que tendríamos que ser (como lo fue Jesús) personas "ejemplares", por nuestra forma de vivir, de hablar y de actuar. Pero también nos dice que no nos debe dar miedo resultar "escandalosos". Porque ambas cosas están claras en el Evangelio. La ejemplaridad y el escándalo.
La religión es un asunto muy controvertido y ante el que mucha gente se apasiona, a favor o en contra de lo que oye. Por eso aquí hay que extremar la delicadeza, el respeto y la tolerancia. Pero también yo pienso que, en cualquier caso, uno no puede ser un cobarde o traicionar sus propias convicciones. Lo cual es tanto como andar siempre sobre el filo de la navaja.

Supongo que esto (y mucho más) es lo que hizo Jesús. Y terminó sus días colgado como un maldito.
Como es lógico, yo no pretendo equipararme a Jesús. Estoy demasiado lejos del ideal evangélico. Pero, en cualquier caso, hablo de esta manera porque la vida me ha enseñado, entre otras, éstas dos cosas:

1) Tomar en serio el Evangelio es tomar en serio una auténtica "agonía", en el sentido etimológico de la palabra griega ágon = "lucha", en cuanto que afrontar la lectura y meditación del Evangelio es afrontar un auténtico combate. El combate interior que todos llevamos dentro de nosotros mismos y que inevitablemente salta a nuestras relaciones con la sociedad y con los demás.

 2) Con demasiada frecuencia ocurre que, cuando se expresan las propias convicciones entre gentes religiosas, pronto se da uno cuenta de que, en la mentalidad de muchas personas, se pueden poder en cuestión no pocas cosas de lo que dice el Evangelio; pero, para esas mismas personas, lo que no se puede poner en cuestión es lo que dice la jerarquía de la Iglesia. ¿Por qué será que, en la mentalidad de muchos creyentes, pesa más lo que dice la Iglesiaque lo que dice el Evangelio?
                                   
                                                                         José María Castillo

1 comentario:

  1. Qué belleza de pensamiento cristiano por un mundo mejor.
    La integridad y dignidad no peleean para nada con el Evangelio, todo lo contrario el ejemplo de Jesús es el mejor a seguir, o sea, el amor y el perdón.

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