sábado, 5 de enero de 2013

UN DESEO DE APOCALIPSIS




Más Apocalipsis ya está bien de ABURRIMIENTO


Algunos motivos para desear el Apocalipsis
Santiago Alba Rico
La Calle del Medio
Un tercio de los estadounidenses cree en el Apocalipsis; un 15% está seguro de que llegará en el curso de sus vidas y un 2% estaba convencido de que había de producirse el pasado 21 de diciembre. Según las encuestas y como para probar la diferencia cuantitativa de EEUU, cuya norma es siempre la exageración, ese porcentaje disminuía un poco a escala global: sólo 1 de cada 10 seres humanos había aceptado la irremediable desaparición del planeta tierra en el año 2012 con arreglo a la supuesta predicción del calendario maya. Haríamos mal, en todo caso, en burlarnos de la credulidad de esos -digamos- 100 millones de personas, pues sabemos por experiencia que es posible creer en cualquier cosa, desde la superioridad de la raza blanca hasta el poder afrodisíaco del cuerno de rinoceronte, sin olvidar que la mayor parte de los humanos confía en la ciencia con la misma irracionalidad y por las mismas sinrazones -por una especie de tradición fiduciaria- que en la Santísima Trinidad o en las verdades reveladas del Corán.
También haríamos mal en atribuir ese estremecimiento apocalíptico a la pobreza o a la ignorancia. Digamos que esta pasión del fin del mundo es una típica pasión de clases medias; es decir, de ese amplio nicho social situado entre la concreción terrestre de los más pobres, sin tiempo para tonterías, y la soberanía cínica de los más ricos, cuyos temores nunca adoptan una dimensión cósmica. Es lo que el escritor mexicano Juan Villoro ha llamado “turismo de la catástrofe”: gente que puede reservar un hotel junto a las ruinas mayas de Yucatán para ver de cerca el espectáculo o alquilar una habitación en la cumbre del monte serbio Rtanj, “ombligo del mundo”, sobre el que los extraterrestres debían activar el 21 de diciembre una “pantalla protectora” para salvar del cataclismo final a unos pocos escogidos. Gente, pues, con algunos ahorros y gente, además, con capacidad intelectual e informática para reunir algunos conocimientos inexactos de historia y astronomía y basar en ellos sus certezas catastróficas. David Robinson, un astrobiólogo de la NASA, se ha pasado tres años respondiendo pacientemente a preguntas de cientos de ciudadanos inquietos, convencidos del inminente apocalipsis, que apoyaban sus consultas en textos sumerios, calendarios mayas y datos casi precisos sobre alineaciones de planetas y distancias entre galaxias.
Es normal y humano creer en tonterías; y es hasta bueno que uno haga el esfuerzo intelectual de demostrar su fundamento. Lo realmente inquietante es la hondura de indefensión política y humana que ese impulso revela. En un largo artículo publicado en Skeptical Inquirer (http://www.csicop.org/si/show/myth_of_nibiru_and_the_end_of_the_world_in_2012/), el mencionado David Robinson reproduce algunas de las consultas recibidas en los últimos meses, así como las reacciones agresivas a sus respuestas tranquilizadoras. Robinson se asombra del grado de violencia, a veces muy amenazante, de esos lectores excitados que no buscan un antídoto racional contra sus temores sino, al contrario, una confirmación de los mismos. ¿Qué temen? ¿El fin del mundo? No, temen dos cosas lateralmente relacionadas e íntimamente fundidas en sus mentes. Temen, en primer lugar, a sus gobernantes. Es decir, la primera idea que quieren confirmar es paradójicamente -ellos que creen en el inminente fin del mundo- la de que no pueden creer en nada ni en nadie. Quieren confirmar que los científicos y los políticos están mintiendo. El Apocalipsis no es una especulación; es una certeza. ¿Cuál es la prueba? No el descubrimiento del planeta Nibiru ni la centralidad repentina de la Tierra en nuestra galaxia. “La prueba es que el gobierno lo niega”, responde un ciudadano, acusando a Robinson de complicidad. La NASA no convence; sus explicaciones irritan, soliviantan, indignan. “He ahí lo que queríamos demostrar: ¡una vez más nos están mintiendo!” Podríamos decir que este típico “complotismo” de la clase media estadounidense -y ya internacional- se alimenta del desprestigio absoluto de las instituciones científicas y políticas; es más fácil creer en una tontería (sobre todo si es una tontería trágica, una tontería “total”) cuando ya no se consigue creer ni en el Parlamento ni en los astrofísicos.
Pero el segundo temor es aún más inquietante. Si los lectores de Robinson se enfurecían ante sus razonados argumentos científicos era porque temían lo contrario de lo que decían temer: temían que el astrónomo tuviese razón y finalmente no se produjese ese Apocalipsis en el que tantas esperanzas habían depositado. Temían que no pasase nada; que todo siguiese igual. Porque -digamos la verdad- esas clases medias complotistas, consumistas, que han perdido la fe en sus instituciones y que no controlan su propia vida, desean el fin del mundo. Y hoy se sienten frustradas, vacías, desorientadas por esta inesperada e indeseada supervivencia.
¿Por qué desean el fin del mundo? En el capitalismo, los deseos más profundos siempre se adhieren a los impulsos más banales, que son de hecho los más “auténticos” y “originarios”. Desean el Apocalipsis porque ya han visto todas las películas, montado en todas las montañas rusas, probado todos los platos y agotado todas las fotos. Porque las Torres Gemelas pusieron a la emoción un listón muy alto. Porque un cataclismo inevitable es un buen pretexto para volver a fumar o para irse de putas. Porque es relajante la idea de ser eximido de pronto del trabajo de mantener en pie el pequeño mundo doméstico; y de la responsabilidad de tomar decisiones sin saber a dónde conducen. Porque estamos hartos de no saber cuánto durará esto. Y porque no nos apetece nada -diablos- morirnos solos.
Esta última razón es quizás la menos banal, la menos “auténtica” y, si se quiere, la más social de todas. El deseo de fin del mundo de las clases medias complotistas y consumistas estadounidenses -y ya internacionales- revela también, o sobre todo, una destructiva sed de comunidad. El Apocalipsis representa el fin de la soledad y no porque implique el fin de todo lo existente sino porque nos une a todos en el tiempo y en el espacio, aunque sólo sea para matarnos; porque nombra a la humanidad en su conjunto, aunque sólo sea para aniquilarla. El deseo de Apocalipsis, que es un deseo de fiesta, es un deseo de fusión amorosa definitiva (como lo son, en la tradición popular, todas las verdaderas fusiones amorosas). Es, si se quiere, una protesta mortal contra el ensimismamiento del consumo.
Se suele llamar “populismo” al gobierno que satisface las necesidades de los ciudadanos. Pues bien, el fascismo sólo es de manera lateral un “populismo”. Porque su programa no consiste en satisfacer las necesidades de los hombres sino susdeseos . Da un poco de miedo pensar, la verdad, en ese sector no pequeño de nuestra sociedad capitalista que ha dejado de creer en sus instituciones políticas y científicas y cuyos deseos más profundos y más banales convergen en esa atronadora explosión final a la que -una vez más- hemos sobrevivido.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes









ESPERANZA 2013




    La esperanza limpia y fuerte


AÑO NUEVO, NUEVA ESPERANZA

José María García-Mauriño
Enero de 2013
Con la que está cayendo, todavía cabe hablar de estrenar una nueva esperanza. La que funciona a ritmo de Utopía, la que se fundamenta en los valores éticos. La crisis, esa monumental estafa, es ante todo crisis ética, crisis de valores. Esos valores tan olvidados en este escenario en el que casi solo se habla de dinero: de primas, de porcentajes, de miles de millones, de rescates, de deuda impagable, sube la luz, el teléfono, los transportes (bus, metro, trenes, cercanías) etc. ¿No tienen sitio ya los Derechos Humanos? ¿Dónde queda la Justicia y la Libertad? Me preocupa un país cuya juventud tiene un paro de cerca del 57%. Me preocupa que en estos momentos no se pueda aplicar la Constitución. Es mala señal que este gobierno sea incapaz de cumplir su propia legalidad, que no garantice los elementales derechos que sostiene. Me preocupa que el valor de la Democracia esté tan devaluado en nuestro país y que ese 99% de la población tenga que luchar por mantener sus elementales derechos, frente a ese 1% que tiene el poder. Se trata de no resignarse ante los recortes, de rechazar esa frivolidad política de quienes miran para otro lado. No vamos a permitir que nos recorten la esperanza. Se trata de defender constantemente los valores del civismo como por ejemplo, perseguir el bien común, la valentía por decir la verdad, la cultura de la ejemplaridad, el sentido de la profesionalidad, la cultura de la vida frente a esta cultura de muerte. Y no cansarse nunca de luchar, de debatir, de gritar, de movilizarse, de organizarse. La calle es el único espacio donde no ha metido mano el capitalismo. Nada de resignación, esa droga que adormece el espíritu, propia de aquellos que se quedan en casa, silenciosos. Fuera esa droga que frena el coraje de la esperanza rebelde y del compromiso político. Es el tiempo de la renovación ética, del impulso moral, de aquellos que, sintiéndose jóvenes sin importarles la edad, buscan incansablemente el camino de la Utopía



martes, 1 de enero de 2013

MIRAR A ESTADOS UNIDOS

MIRAR A ESTADOS UNIDOS


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CRISIS ECONÓMICA, CRISIS RELIGIOSA


La crisis religiosa y social y sus consecuencias políticas

James Petras

Rebelión

Traducido por Silvia Arana para Rebelión

Introducción

La larga década inicial del siglo XXI ha sido un periodo marcado por una crisis económico-social profunda y cíclica, de prolongadas guerras seriales y de declinación de los estándares de vida para la vasta mayoría de estadounidenses. ¿Cómo ha reaccionado la gente ante esta crisis? No hubo un surgimiento de movimientos socio-políticos en gran escala y a largo plazo que se opusiera a las clases dominantes bipartidistas. El movimiento "Ocupar Wall Street" proporcionó una plataforma para denunciar al 1% súper rico por un momento breve pero después pasó a ser un recuerdo del pasado.

Surgieron interrogantes sobre si en esta situación difícil la gente buscaría refugio en la religión, en la espiritualidad. Este ensayo se enfocará en dilucidar si la religión ha devenido en "el opio de los pueblos" como lo planteó Marx o si las instituciones y creencias religiosas están en crisis, perdiendo su atracción espiritual por su incapacidad para resolver las necesidades materiales diarias de un ejército cada vez más grande de trabajadores empobrecidos, mal pagados,desempleados y dependientes y una clase media en descenso. En otras palabras, en esta época de crisis económica permanente, ¿las religiones principales crecen y prosperan o están en el declive y la fragmentación que caracterizan la decadencia del imperio estadounidense?

Según los datos estadísticos más recientes (2008), el cristianismo es el grupo religioso más numeroso con 173,402 millones de personas que representan el 76% de la población adulta; seguido del judaísmo con 2,680 millones que representan el 1,2% de la población adulta. A continuación vienen las religiones orientales con 1,961 millones que representan el 0.9%; los musulmanes con 1,349 millones que representan el 0.6% de adultos. Pero el segundo grupo más numeroso después de los cristianos son los adultos que dicen que no tienen "ninguna religión", que son 34,160 millones y que representan el 15%.

Población adulta y afiliación religiosa 1990-2008

(en millones y porcentajes) 

Población adulta y afiliación religiosa 1990-2008

(en millones y porcentajes)

Adultos 1990

Adultos 2008

Variación

% 1990

% 2008

Cambio en % (1990-2008)

Población adulta

175,440

228,182

30,1%

     

Cristiana

151,225

173,402

14,7%

86,2%

76%

-10,2%

Judía

3,137

2,680

-14,6%

1,8%

1,2%

-0,6%

Oriental

0,687

1,961

187,4%

0,4%

0,9%

0,5%

Musulmana

0,527

1,349

156%

0,3%

0,6%

0,3%

Sin religión

14,331

34,169

138,14%

8,2%

15%

6,8%

Las tendencias dinámicas a lo largo del tiempo muestran una disminución del porcentaje de adultos cristianos: entre 1990 y 2008 bajó del 86,2% al 76%; los judíos disminuyeron del 1,8% al 1,2% y las religiones orientales crecieron del 0,4% al 0,97% de la población. De la misma manera, el porcentaje de musulmanes creció del 0,3 al 0,6%. El porcentaje de población adulta no-religiosa se incrementó del 8,2 al 15% en el periodo.

Mientras que las personas practicantes del cristianismo y del judaísmo, como porcentaje de la población adulta, han disminuido, existe una marcada divergencia con respecto a la variación numérica; entre 1990 y 2008 la cantidad de cristianos aumentó en 2,218 millones mientras que la cantidad de judíos decreció en 457 mil personas. El judaísmo es la única de las religiones que disminuyó en términos absolutos.

La cantidad combinada de practicantes de la religión musulmana y de religiones orientales es actualmente mayor que los practicantes del judaísmo en 630.000 personas, lo que representa un 30%. La brecha entre adultos cristianos y no-religiosos ha disminuido a lo largo de los últimos 20 años: en 1990 la relación era de 86,2% a 8,2% y en 2008 es de 76% a 15%. Entre los cristianos la mayor disminución ocurrió entre las principales iglesias protestantes (Metodista, Luterana, Presbiteriana, Episcopal/Anglicana y la Iglesia Unida de Cristo) que pasaron de tener 32.8 a 29.4 millones de fieles entre 1998 y 2008; y entre los protestantes "sin identificación específica" de 17 a 5.2 millones. Por otra parte, el mayor crecimiento lo experimentaron los cristianos "sin denominación" aumentando de 194.000 a 8.3 millones de creyentes entre 1990 y 2008, los cristianos "sin identificación específica" aumentaron de 8.1 millones a 16.4 millones y los pentecostales de 5.7 millones a 7.9 millones entre 1990-2008. Los católicos y bautistas aumentaron numéricamente pero apenas mantuvieron su porcentaje entre la población adulta.

Análisis de las tendencias religiosas en el contexto político-económico

Al contrario de lo que dicen los analistas y comentaristas de los grandes medios, la crisis económica no ha generado un auge en la afiliación o en la identificación religiosa -a la búsqueda de un "consuelo espiritual" en tiempos de desesperación económica. Las principales iglesias y sinagogas no pueden atraer ni incluso retener a sus fieles porque tienen muy poco para ofrecer en términos de soluciones materiales en tiempos de escasez (vencimiento de hipotecas, bancarrotas, desempleo, pérdida de ahorros, pensiones o acciones). Al contrario, incluso las más apocalípticas -las iglesias Pentecostal, Carismática y de Cristianos Renacidos aunque incrementaron la cantidad de fieles no lograron un aumento importante del porcentaje, en los últimos 20 años: en 1990 tenían un 3.5% de adultos y en 2008 un 4.4%, un incremento de 0,9%.

La década de crisis ha tenido numerosas consecuencias de peso -debilitó gravemente la identidad religiosa de cualquier denominación específica, incrementó la incertidumbre religiosa y aumentó en gran medida la cantidad y el porcentaje de adultos estadounidenses que dejaron de profesar una religión. Entre 1998 y 2008 el porcentaje de adultos en ambas categorías se duplicó, pasando del 10.5% al 20.2%; la cifra aumentó de 18.34 millones a 46 millones. Parece ser que la mayoría de los "no religiosos" provienen del cristianismo y del judaísmo.

El aumento de los adultos no-religiosos entre 1990 y 2008 no puede relacionarse con un mayor nivel educativo, urbanización ni contacto con el pensamiento racionalista, puesto que dichos factores no cambiaron en este periodo. Los factores nuevos incluyen una mayor insatisfacción ante el deterioro del salario, el aumento de la desigualdad social, las guerras permanentes y el descrédito público de las principales instituciones políticas y económicas -el Congreso es visualizado de manera negativa por un 78% de los estadounidenses, que también tienen una opinión negativa de los bancos, especialmente de Wall Street. Las instituciones religiosas y la fe religiosa son percibidas cada vez más, al menos, como irrelevantes, cuando no como cómplices del deterioro de los estándares de vida y de trabajo. A pesar del drástico incremento de estadounidenses que se identifican como no-religiosos, un 75% todavía se considera creyente de una u otra variante del cristianismo.

La crisis del judaísmo es mucho más seria que la de las principales iglesias cristianas. En los últimos 20 años, la cantidad de adultos judíos ha decrecido en un 15%, más de 450.000 judíos dejaron de identificarse como tales. Algunas de las causas político-económicas que provocaron esa huida del judaísmo pueden ser similares a las que afectaron al cristianismo. Otras podrían ser más específicas: más del 50% de los judíos se casan con personas de otros credos y no lo hacen en una sinagoga. Otros pueden convertirse a otras religiones. Algunos rabinos y otros judíos neoconservadores se quejan de que el peligro de la "asimilación" es equivalente al "genocidio". Lo más probable es que la mayoría de los que abandonan el judaísmo se convierten en "no-religiosos" o seculares, y algunas de las razones podrían diferir. Para algunos, los textos sangrientos del Viejo Testamento y las normas talmúdicas no concuerdan con un pensamiento moderno y racional. Las consideraciones políticas podrían contribuir a la marcada disminución de personas que se identifican como judías: la conexión cada vez más estrecha y la identificación de Israel con las instituciones religiosas judías, el apoyo incondicional a los crímenes de guerra israelíes han alejado a muchos ex creyentes, que prefieren retirarse en silencio en lugar de involucrarse en una lucha espiritual con alto costo personal contra el poderoso aparato pro israelí incrustado en las redes religiosas sionistas.

Conclusión

La crisis religiosa, la disminución de los fieles, está íntimamente relacionada con la decadencia moral de las instituciones públicas de EE.UU. y el agudo deterioro de los estándares de vida. Entre los cristianos, la disminución es incremental pero constante; entre los judíos es más profundo y rápida. No hay pronósticos de un resurgimiento "religioso alternativo". Los grupos cristianos más fundamentalistas reaccionaron con un mayor activismo político, involucrándose en los movimientos extremistas como el Tea Party (Partido del Té), oponiéndose a que el gasto público ayude a disminuir la desigualdad social o uniéndose a movimientos pro Israel y antimusulmanes -precisamente cuando una cantidad creciente de ex judíos abandonan su credo.

La población adulta secular o no-religiosa aún no se ha organizado ni ha estructurado un programa en oposición a los fundamentalistas, quizás porque conforman una categoría social muy dispar -en términos socio-económicos y de intereses de clase. La definición de "no-religioso" no es gran ayuda para discernir cuál sería la alternativa. La disminución del porcentaje de creyentes podría tener varios resultados: en algunos casos podría conducir a un endurecimiento de las estructuras organizativas y doctrinarias para "mantener a los fieles en orden". En otros, ha causado una mayor politización, sobretodo hacia la extrema derecha. Entre los cristianos conlleva un énfasis en la interpretación literal de la Biblia y en una postura anti-evolución; entre los judíos, la disminución de fieles está intensificando las lealtades tribales y la recaudación intensiva de fondos, el trabajo de los lobbies y el apoyo incondicional al "Estado de Israel", sin palestinos y la caza de brujas más agresiva contra los críticos de Israel y el sionismo.

Es necesario que surja un movimiento que conecte la masa creciente de personas racionales y no-religiosas con la vasta mayoría de trabajadores estadounidenses, que sufren el deterioro de los estándares de vida y los crecientes costos (materiales y espirituales) de las guerras imperiales. Algunos individuos religiosos e incluso algunas denominaciones religiosas se acercarán a un movimiento de esas características, mientras que otros lo atacarán por sectarismo y razones políticas. Así como una moral no-religiosa conecta la crisis política e individual con la acción social, de la misma manera la comunidad política puede construir una nueva sociedad basada en necesidades seculares y en la ética pública.