lunes, 16 de febrero de 2015

¿Son políticos o profesionales de la mentira?

 

GENOVA,13 MADRID

En la época de la mentira, el sistema político se desmorona víctima de sus propios fraudes.

Aún no ha comenzado ninguna de las cinco campañas electorales que padeceremos este año y numerosos políticos han batido ya varias veces sus propios récords de imposturas, engaños, invenciones, calumnias… mentiras puras y duras, vaya, con las que siguen creyendo que ganarán votos de ciudadanos crédulos. Parecen ignorar que la misma tecnología que hoy les permite multiplicar ese bombardeo de embustes, como el que tantas veces usaron para embaucar a los votantes, es la que ahora capacita hasta al más humilde de los electores para descubrir enseguida la falsedad de esos tahúres.

Hasta ahora, el “y tú, más” tradicional en la política hispana había bastado para distraer la atención de la opinión pública de la podredumbre enquistada en el seno del mismo partido que acusa a los demás de lo que en él anida. Un tradicional alarde en España del tercer principio de la propaganda de Goebbels (el de la transposición): “Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos”.

Algo tan español como “la paja en el ojo ajeno” y tan típico de la zafiedad discursiva de nuestros políticos como lo es el también consagrado por el refranero: “Dígalo, Muñoz, que miente más que dos”.

Así que los grandes (y pequeños) partidos de siempre se han dado una vez más al frenesí del sexto principio de Goebbels (el de la orquestación): “Si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad”. Pero el manual maquiavélico del ministro nazi no contaba con las redes sociales, y ese nuevo universo internáutico está cambiando el mundo de la falsificación política en la que se han asentado hasta ahora las victorias de nuestros gobernantes en las urnas.

Sondeo tras sondeo y encuesta tras encuesta apuntan al inminente fin del bipartidismo que secuestró nuestro sistema tras ser impuesto en la Transición por el chantaje de los herederos del franquismo y la amenaza golpista de su Ejército. Sin embargo, los poderes económicos, políticos, mediáticos, militares y religiosos que manejan España simplemente han desencadenado una ofensiva goebbeliana en todos los frentes como si su tremenda potencia de fuego fuera a convertir en realidad esa montaña de mentiras.

El primer principio del propagandista nazi era el de simplificación: “Adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo”… Sí, lo has adivinado: Podemos.

El segundo era el del método de contagio: “Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo, constituyéndolos en una suma individualizada”… Pues claro, la Syriza griega amenaza a Europa igual que Podemos amenaza a España, porque ambos son iguales entre sí e iguales que ETA, que Chávez, que los ayatolás, que el dictador norcoreano, que…

De ahí se pasa fácilmente a los principios tercero y cuarto, este último llamado dela exageración y desfiguración: “Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave”. Y aquí estamos:

Los que han estado robando durante décadas cientos de millones de euros de los fondos públicos (mediante tramas como Gürtel, Púnica, Nóos, Palau, Pallerols, ERE…) pretenden que cobrar 1.800 euros al mes por un trabajo de investigación universitario es un escándalo (4º principio). Y para argumentar que sí lo es, lo definen como “beca”, y así lo llaman a partir de ese momento todos los medios de comunicación hasta conseguir que sea el primer término acuñado en toda búsqueda en Google sobre el blanco de esa ofensiva (Errejón), pese a que se trata de un informe académico contratado a un doctor en Ciencias Políticas… nada más lejos del verdadero significado (subvención) del término “beca” (6º principio).

En cuanto a otro de los blancos de esa campaña de infamias (Monedero), el portavoz del Comité de Campaña del mismo partido que está siendo investigado en los tribunales por financiación ilegal en siete comunidades y en su propia sede nacional, que ha pagado con fondos de una Caja B y donde a todas luces se repartían sobresueldos millonarios de dinero negro a sus más altos dirigentes, se atreve a preguntarnos por televisión: “¿Cómo alguien tiene 200.000 euros a tocateja en su cuenta corriente?”

Un claro ejemplo del principio de desfiguración, sin duda, pero que va mucho más allá: resulta que ese dinero se abona a Hacienda desde la cuenta de la empresa en la que se ha ingresado más del doble por una facturación que es, precisamente, la que genera ese impuesto. Es decir, ni es la cuenta corriente del afectado, ni es una cantidad inexplicada “a tocateja”, sino sólo una parte de lo cobrado (por eso lo tiene Monedero), declarado y tributado abierta y públicamente. ¿Acaso nos está tomando por tontos Pablo Casado? Pues no sólo él, ya que esa pregunta capciosa la convirtió TVE en un destacado subtítulo que mantuvo en pantalla largo rato para que millones de espectadores se escandalizasen incluso si estaban en un bar y no llegaban a escuchar las reflexiones del portavoz pepero.

Porque Casado estaba aplicando otro principio de Goebbels, el 5º o de la vulgarización: “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.

He dicho “pepero” y no “popular”, porque ese último término es “perteneciente o relativo al pueblo”, o bien “propio de las clases sociales menos favorecidas”, y ninguna de esas acepciones de la Real Academia son asimilables a un partido cuyos dirigentes pertenecen a las más poderosas élites económicas y trabajan para ellas. Su sede nacional en la calle Génova (esa que reformaron con 1,71 millones en negro) exhibe la palabra “populares” docenas de veces en toda su fachada, pero son sus líderes los que acusan de “populistas” a sus adversarios… de quienes por cierto se burlan por comprar ropa en Alcampo, en vez de en las boutiques de Serrano, como ellos. Eso sí, no les llamen “casta”, que se ofenden.

Ese término también es considerado una afrenta por los más altos dirigentes del otro gran partido del sistema. Pero no dudan en bajar corriendo al fango a la mínima oportunidad y, por ejemplo, proclamar que “es inmoral que Podemos mantenga Monedero”, como hizo Pedro Sánchez fingiendo ignorar que el PSOE sigue amparando y protegiendo a ilustrísimos imputados por el Supremo como son los expresidentes andaluces Chaves y Griñán. En este caso no se habla de 425.000 euros, sino de 855 millones; no contemplamos el supuesto intento individual de ahorrarse un tramo del impuesto sobre esa primera cantidad, sino de una gigantesca trama para apropiarse de fondos públicos mediante un fraude descomunal; y no hablamos de alguien cuyo único cargo (sin sueldo) es interno, dentro de una formación política que aún no tiene ningún diputado, y su única responsabilidad es de elaboración programática, sino de un miembro del Congreso y de otro del Senado que llevan mucho tiempo a sueldo del erario público. No se trata de aplicar aquí el “y tú más”, sino de resaltar el tremendo abuso que hace el líder socialista del principio de la exageración y desfiguración, y recordarle que en sus orígenes el PSOE era marxista y debería saber que “la cantidad cambia la calidad”. Si lo de Podemos es “inmoral”, ¿lo suyo, qué es?

Los medios de comunicación que están al servicio de esa casta no tienen reparo alguno en repetir una y otra vez mentiras en portada, ni se sonrojan cuando se demuestra una y otra vez que esos titulares son falsos: ni Monedero “falseó la mayor parte de su currículo académico”, como se encargaron de desmentir las universidades en las que participó como profesor; ni “ingresó otro millón de Venezuela desde una fundación”, como tuvo también que desmentir esa Fundación del Centro de Estudios Políticos y Sociales (CEPS). Pero tanto El País como El Mundo, los dos mayores periódicos de la prensa escrita de España, siguen tan panchos, al parecer dispuestos a continuar aplicando el principio de orquestación de Goebbels mientras sus amos se lo ordenen.

Llegamos, pues, al octavo principio de propaganda nazi, el de renovación: “Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones”. Qué mejor maniobra, entonces, que mezclar este 8º con el 6º y saltar al cuello de Syriza porque reclama una auditoría y reestructuración de la impagable deuda externa, a la que la Troika ha condenado a Grecia mediante la imposición de draconianas medidas de austeridad que la han multiplicado en beneficio de la gran banca internacional y de los especuladores bursátiles, a costa de la miseria, incluso la muerte, de millones de ciudadanos.

Uno tras otro, los ministros y dirigentes del PP han utilizado varios de los principios goebbelianos (simplificación, desfiguración, orquestación…) para mentir descaradamente sobre la deuda griega. Luis de Guindos, titular de Economía, afirmó que España ha prestado 26.000 millones a Grecia, subrayando que equivalen al gasto español en desempleo de todo un año. El de Exteriores, García Margallo, incluso proclamó que “si España no hubiese prestado 32.744 millones de euros a Grecia podrían haber subido las prestaciones por desempleo un 50% o aumentado las pensiones un 38%”.

Pues bien, resulta que ambas afirmaciones son falsas. La verdad:

“Si bien es cierto que el Estado español le prestó a Grecia 6.659,48 millones de euros en 2010 y 2011, el resto (unos 19.600 millones de euros) es dinero que le prestaron determinados inversores financieros al Estado griego (para hacer negocio, no lo olvidemos), y que el Estado español ha avalado”.

Naturalmente, la verdad no importa a nuestros políticos –mejor dicho, les asusta, pues como dijo Gramsci “decir la verdad es siempre revolucionario”–, así que ahora en las tertulias, los medios de comunicación, los foros de debate, los bares, los taxis… sólo se habla de que Tsipras pretende robar a España el dinero que le hemos prestado a Grecia. Una tergiversación malintencionada con la que además se busca convertir a su amigo Pablo Iglesias en traidor.

Esta maniobra envolvente contra Podemos-Syriza se guía por otros tres de los principios de propaganda de Goebbels (8º, 9º y 10º): El de la verosimilitud(“construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de globos sonda o de informaciones fragmentarias”), el de la silenciación (“acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen al adversario, contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines”) y el de la transfusión (“la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales, por lo que hay que difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas”).

El último de los principios de la propaganda nazi, el undécimo, es el conocido como de la unanimidad, y es el más utilizado por el propio presidente del Gobierno, Mariano Rajoy: “Hay que convencer a mucha gente de que piensa ‘como todo el mundo’, creando una falsa impresión de unanimidad”.

Lo único que nos salva es que el inquilino de La Moncloa es precisamente el político menos creíble y más impopular de todo este triste panorama.

En la época de la mentira, el sistema político se desmorona víctima de sus propios fraudes.

Aún no ha comenzado ninguna de las cinco campañas electorales que padeceremos este año y numerosos políticos han batido ya varias veces sus propios récords de imposturas, engaños, invenciones, calumnias… mentiras puras y duras, vaya, con las que siguen creyendo que ganarán votos de ciudadanos crédulos. Parecen ignorar que la misma tecnología que hoy les permite multiplicar ese bombardeo de embustes, como el que tantas veces usaron para embaucar a los votantes, es la que ahora capacita hasta al más humilde de los electores para descubrir enseguida la falsedad de esos tahúres.

Hasta ahora, el “y tú, más” tradicional en la política hispana había bastado para distraer la atención de la opinión pública de la podredumbre enquistada en el seno del mismo partido que acusa a los demás de lo que en él anida. Un tradicional alarde en España del tercer principio de la propaganda de Goebbels (el de la transposición): “Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos”.

Algo tan español como “la paja en el ojo ajeno” y tan típico de la zafiedad discursiva de nuestros políticos como lo es el también consagrado por el refranero: “Dígalo, Muñoz, que miente más que dos”.

Así que los grandes (y pequeños) partidos de siempre se han dado una vez más al frenesí del sexto principio de Goebbels (el de la orquestación): “Si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad”. Pero el manual maquiavélico del ministro nazi no contaba con las redes sociales, y ese nuevo universo internáutico está cambiando el mundo de la falsificación política en la que se han asentado hasta ahora las victorias de nuestros gobernantes en las urnas.

Sondeo tras sondeo y encuesta tras encuesta apuntan al inminente fin del bipartidismo que secuestró nuestro sistema tras ser impuesto en la Transición por el chantaje de los herederos del franquismo y la amenaza golpista de su Ejército. Sin embargo, los poderes económicos, políticos, mediáticos, militares y religiosos que manejan España simplemente han desencadenado una ofensiva goebbeliana en todos los frentes como si su tremenda potencia de fuego fuera a convertir en realidad esa montaña de mentiras.

El primer principio del propagandista nazi era el de simplificación: “Adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo”… Sí, lo has adivinado: Podemos.

El segundo era el del método de contagio: “Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo, constituyéndolos en una suma individualizada”… Pues claro, la Syriza griega amenaza a Europa igual que Podemos amenaza a España, porque ambos son iguales entre sí e iguales que ETA, que Chávez, que los ayatolás, que el dictador norcoreano, que…

De ahí se pasa fácilmente a los principios tercero y cuarto, este último llamado dela exageración y desfiguración: “Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave”. Y aquí estamos:

Los que han estado robando durante décadas cientos de millones de euros de los fondos públicos (mediante tramas como Gürtel, Púnica, Nóos, Palau, Pallerols, ERE…) pretenden que cobrar 1.800 euros al mes por un trabajo de investigación universitario es un escándalo (4º principio). Y para argumentar que sí lo es, lo definen como “beca”, y así lo llaman a partir de ese momento todos los medios de comunicación hasta conseguir que sea el primer término acuñado en toda búsqueda en Google sobre el blanco de esa ofensiva (Errejón), pese a que se trata de un informe académico contratado a un doctor en Ciencias Políticas… nada más lejos del verdadero significado (subvención) del término “beca” (6º principio).

En cuanto a otro de los blancos de esa campaña de infamias (Monedero), el portavoz del Comité de Campaña del mismo partido que está siendo investigado en los tribunales por financiación ilegal en siete comunidades y en su propia sede nacional, que ha pagado con fondos de una Caja B y donde a todas luces se repartían sobresueldos millonarios de dinero negro a sus más altos dirigentes, se atreve a preguntarnos por televisión: “¿Cómo alguien tiene 200.000 euros a tocateja en su cuenta corriente?”

Un claro ejemplo del principio de desfiguración, sin duda, pero que va mucho más allá: resulta que ese dinero se abona a Hacienda desde la cuenta de la empresa en la que se ha ingresado más del doble por una facturación que es, precisamente, la que genera ese impuesto. Es decir, ni es la cuenta corriente del afectado, ni es una cantidad inexplicada “a tocateja”, sino sólo una parte de lo cobrado (por eso lo tiene Monedero), declarado y tributado abierta y públicamente. ¿Acaso nos está tomando por tontos Pablo Casado? Pues no sólo él, ya que esa pregunta capciosa la convirtió TVE en un destacado subtítulo que mantuvo en pantalla largo rato para que millones de espectadores se escandalizasen incluso si estaban en un bar y no llegaban a escuchar las reflexiones del portavoz pepero.

Porque Casado estaba aplicando otro principio de Goebbels, el 5º o de la vulgarización: “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.

He dicho “pepero” y no “popular”, porque ese último término es “perteneciente o relativo al pueblo”, o bien “propio de las clases sociales menos favorecidas”, y ninguna de esas acepciones de la Real Academia son asimilables a un partido cuyos dirigentes pertenecen a las más poderosas élites económicas y trabajan para ellas. Su sede nacional en la calle Génova (esa que reformaron con 1,71 millones en negro) exhibe la palabra “populares” docenas de veces en toda su fachada, pero son sus líderes los que acusan de “populistas” a sus adversarios… de quienes por cierto se burlan por comprar ropa en Alcampo, en vez de en las boutiques de Serrano, como ellos. Eso sí, no les llamen “casta”, que se ofenden.

Ese término también es considerado una afrenta por los más altos dirigentes del otro gran partido del sistema. Pero no dudan en bajar corriendo al fango a la mínima oportunidad y, por ejemplo, proclamar que “es inmoral que Podemos mantenga Monedero”, como hizo Pedro Sánchez fingiendo ignorar que el PSOE sigue amparando y protegiendo a ilustrísimos imputados por el Supremo como son los expresidentes andaluces Chaves y Griñán. En este caso no se habla de 425.000 euros, sino de 855 millones; no contemplamos el supuesto intento individual de ahorrarse un tramo del impuesto sobre esa primera cantidad, sino de una gigantesca trama para apropiarse de fondos públicos mediante un fraude descomunal; y no hablamos de alguien cuyo único cargo (sin sueldo) es interno, dentro de una formación política que aún no tiene ningún diputado, y su única responsabilidad es de elaboración programática, sino de un miembro del Congreso y de otro del Senado que llevan mucho tiempo a sueldo del erario público. No se trata de aplicar aquí el “y tú más”, sino de resaltar el tremendo abuso que hace el líder socialista del principio de la exageración y desfiguración, y recordarle que en sus orígenes el PSOE era marxista y debería saber que “la cantidad cambia la calidad”. Si lo de Podemos es “inmoral”, ¿lo suyo, qué es?

Los medios de comunicación que están al servicio de esa casta no tienen reparo alguno en repetir una y otra vez mentiras en portada, ni se sonrojan cuando se demuestra una y otra vez que esos titulares son falsos: ni Monedero “falseó la mayor parte de su currículo académico”, como se encargaron de desmentir las universidades en las que participó como profesor; ni “ingresó otro millón de Venezuela desde una fundación”, como tuvo también que desmentir esa Fundación del Centro de Estudios Políticos y Sociales (CEPS). Pero tanto El País como El Mundo, los dos mayores periódicos de la prensa escrita de España, siguen tan panchos, al parecer dispuestos a continuar aplicando el principio de orquestación de Goebbels mientras sus amos se lo ordenen.

Llegamos, pues, al octavo principio de propaganda nazi, el de renovación: “Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones”. Qué mejor maniobra, entonces, que mezclar este 8º con el 6º y saltar al cuello de Syriza porque reclama una auditoría y reestructuración de la impagable deuda externa, a la que la Troika ha condenado a Grecia mediante la imposición de draconianas medidas de austeridad que la han multiplicado en beneficio de la gran banca internacional y de los especuladores bursátiles, a costa de la miseria, incluso la muerte, de millones de ciudadanos.

Uno tras otro, los ministros y dirigentes del PP han utilizado varios de los principios goebbelianos (simplificación, desfiguración, orquestación…) para mentir descaradamente sobre la deuda griega. Luis de Guindos, titular de Economía, afirmó que España ha prestado 26.000 millones a Grecia, subrayando que equivalen al gasto español en desempleo de todo un año. El de Exteriores, García Margallo, incluso proclamó que “si España no hubiese prestado 32.744 millones de euros a Grecia podrían haber subido las prestaciones por desempleo un 50% o aumentado las pensiones un 38%”.

Pues bien, resulta que ambas afirmaciones son falsas. La verdad:

“Si bien es cierto que el Estado español le prestó a Grecia 6.659,48 millones de euros en 2010 y 2011, el resto (unos 19.600 millones de euros) es dinero que le prestaron determinados inversores financieros al Estado griego (para hacer negocio, no lo olvidemos), y que el Estado español ha avalado”.

Naturalmente, la verdad no importa a nuestros políticos –mejor dicho, les asusta, pues como dijo Gramsci “decir la verdad es siempre revolucionario”–, así que ahora en las tertulias, los medios de comunicación, los foros de debate, los bares, los taxis… sólo se habla de que Tsipras pretende robar a España el dinero que le hemos prestado a Grecia. Una tergiversación malintencionada con la que además se busca convertir a su amigo Pablo Iglesias en traidor.

Esta maniobra envolvente contra Podemos-Syriza se guía por otros tres de los principios de propaganda de Goebbels (8º, 9º y 10º): El de la verosimilitud(“construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de globos sonda o de informaciones fragmentarias”), el de la silenciación (“acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen al adversario, contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines”) y el de la transfusión (“la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales, por lo que hay que difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas”).

El último de los principios de la propaganda nazi, el undécimo, es el conocido como de la unanimidad, y es el más utilizado por el propio presidente del Gobierno, Mariano Rajoy: “Hay que convencer a mucha gente de que piensa ‘como todo el mundo’, creando una falsa impresión de unanimidad”.

Lo único que nos salva es que el inquilino de La Moncloa es precisamente el político menos creíble y más impopular de todo este triste panorama.

FUENTE: PUBLICO.ES

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