lunes, 28 de abril de 2014

El cerdo, último frente abierto en las guerras culturales de Europa

 

Gavan Titley · · · · ·

27/04/14


EROCERDO

 

Tras su significativo avance en las últimas elecciones locales, la dirigente del Frente Nacional francés, Marine Le Pen, se apresuró a anunciar que los comedores escolares ya no servirían menús alternativos al cerdo a los niños de las ciudades gobernadas por el FN. Tomando como blanco a los musulmanes en una ronda más de humillación pública, a la vez que excluía a los niños judíos, declaró Le Pen: "No hay razón para que entre la religión en la esfera pública".

Mientras que Le Pen encuadraba esta fijación con las exigencias dietéticas de sus conciudadanos como defensa del laicismo del Estado, el alcalde del FN de la ciudad sudoccidental de Arveyres, Benoit Gheysens, sugería que la medida estaba simplemente destinada a recortar gastos e impedir que "el personal se viera agobiado" por un excesivo dispendio de comida. Esta mezcla de preocupación medioambiental y compromiso laico ilustra lo ecléctica que puede ser la extrema derecha en su defensa del orden y cómo la conversión de Le Pen a los valores republicanos se ve configurada por esta elasticidad estratégica.

En fecha tan reciente como 2011, Le Pen se vio amenazada con ser procesada por describir a los musulmanes que rezan en las calles como algo comparable a la ocupación nazi de Francia, en vez de optar por oponerse a ello como un ataque a la neutralidad del espacio público. Su posterior cultivo de una defensa derechista del laicismo se basa en que se ha dado cuenta de que puede apropiarse de los valores supuestamente universales de la República como productivo frente en la lucha por la identidad nacional.

La razón primordial de esta conversión estriba, por supuesto, en que proporciona una fértil oportunidad para reproducir repetidamente controversias públicas relativas al "problema musulmán" y su amenaza a la identidad nacional.

Tal como afirma Arun Kundnani en su nuevo libro The Muslims are Coming: Islamophobia, Extremism and the Domestic War on Terror, la construcción social y política del racismo en el periodo posterior al 11 de septiembre se ha atenido en parte a traducir "marcadores culturales ligados a lo musulmán (formas de vestir, rituales, idiomas)… en significantes raciales".

Esta constante fabricación de controversias constituye un ritual por el que puede estereotiparse otra dimensión más de la vida musulmana, presentarla a examen público y señalarla como un problema que requiere una absoluta intervención política. Se pueden generar símbolos continuamente, haciendo que cada marcador cultural quede  eticado como otra prueba más de las excesivas demandas de los eternos extranjeros para con un "anfitrión" tolerante en demasía.

Mucha de esta política de hacerle el caldo gordo al cerdo, que se está volviendo más preponderante por toda Europa Occidental, es oportunista. Por ejemplo, Heinz-Christian Strache, del Partido de la Libertad austriaco, que en 2012 colgó una caricatura antisemita en su página de Facebook, difundió también una foto de él mismo con un cochinillo asado y un pie que rezaba: "Isst du Schwein, darfst du rein" (Puedes entrar si comes cerdo).

El Partido del Pueblo Danés, plenamente entregado a una guerra cultural por los valores daneses, fue de los primeros en sumarse al bienestar animal con el fin de hacer campaña contra la carne halal y lleva mucho tiempo tratando de politizar el suministro de opciones halal en guarderías como "adopción forzosa" de la tradición musulmana. 

Cuando se informó el verano pasado de que algunas guarderías infantiles de Copenhague, tras consultar con los padres, habían dejado de servir productos porcinos, el PPD se quejó de discriminación de la cultura alimentaria danesa. La intensidad del debate que se produjo – y de la acusación de que sólo el PDD hablaba en nombre de la mayoría silenciosa victimizada por minorías con las que se mostraba excesiva indulgencia – dio pie a la primera ministra socialdemócrata, Helle Thorning-Schmidt, a la absurda afirmación pública de la importancia de las albóndigas para la cultura y la identidad danesas.

Que una política de centroizquierda declare su fidelidad a un producto cárnico constituye un efecto previsible de la política europea de integración del último decenio. La integración, pese a todo lo que sugiere de un proyecto nacional de peso, resulta en la práctica una serie de exigencias públicas: tienen que hacer esto, no tendrían que hacer aquello. La política de integración responde a las preocupaciones de la era neoliberal produciendo problemas simbólicos que pueden arrostrarse políticamente mediante acciones simbólicas que no cuestan nada.

Sin embargo, nunca les sale gratis a quienes se racializa como problema. Así, por ejemplo, es en este contexto donde se ha desarrollado un género de acción directa centrado en imponer simbólica y físicamente productos de cerdo a los musulmanes. El grupo francés "antirracismo antiblancos" Bloc Identitaire ha ocupado mezquitas e intentó organizar una marcha de respuesta contra el "rechazo racista" de los musulmanes a comer cerdo.

En lo que se describió después, como era de prever, como una broma, el Vlaams Belang flamenco asaltó una celebración gastronómica en una escuela de Schoten y les metió a algunos niños salchichas de cerdo en la boca. Cuando algunos jóvenes de Helsinki con iniciativa quisieron humillar a un solicitante de asilo afgano que llevaba treinta días en huelga de hambre delante del parlamento finés, se grabaron en video invitándole a calentarse las manos sobre una hoguera antes de asarse en ella unas salchichas.

El cerdo se ha convertido en un meme racista, continuamente adaptado mediante prácticas de hostigamiento: ha habido cabezas de cerdo clavadas en las puertas de las mezquitas, sobres con restos de cerdo enviados por correo, tiras de jamón con las que se frotan los pomos de la puertas, lonchas de jamón metidas en los zapatos de los fieles mientras rezan…

Este es el contexto político en el que intenta inscribirse la política de Le Pen de denuncias en torno al cerdo, pese a todas sus elevadas apelaciones a la República. Y cuando se haya agotado el cerdo, aparecerá una nueva afrenta o una ardiente fuente de resentimiento.

Gavan Titley es profesor de Estudios sobre Medios de Comunicación en la Universidad Nacional de Irlanda en Maynooth y coautor de The Crises of Multiculturalism: Racism in a Neoliberal Age (Zed, Londres, 2011).

Fuente; SinPermiso

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