Francisco García Salve, cuarto por la izquierda en la fila superior, en una imagen con los otros 9 dirigentes de CCOO condenados en el Proceso 1001. / Federación de Construcción y Servicios de CCOO |
Su conciencia de la injusticia surgió de las diferencias sociales que vivió en el propio seminario y de ver la represión que ejercía la dictadura en el País Vasco. Contaba que llegó a ser detenido por el comisario Melitón Manzanas, tras una misa dedicada a un obrero muerto por la policía. Por su incomodidad para la Compañía de Jesús, le relegaron a escribir, sin darle otras responsabilidades.
Acabó discrepando con Arrupe y se vino a Madrid en 1967, a una chabola en Villaamil y comenzó a trabajar como obrero en la construcción. La figura de los curas obreros tuvo gran importancia en aquellos años. Intentaban ser coherentes con la iglesia de los pobres y con el Concilio Vaticano II. Fueron una china en el zapato de la dictadura, a la que dio tantas quebraduras de cabeza como a la jerarquía eclesiástica. Los curas detenidos por actividades antifranquistas iban a una prisión especial, la concordataria de Zamora, donde coincidió con más curas obreros como Mariano Gamo y otros sacerdotes vascos.
Paco cambió el púlpito por el bidón de obra para bien de los trabajadores de la construcción madrileña. En esta etapa formó parte de aquel póker de ases dirigentes junto a Macario Barja, Arcadio González y Tranquilino Sánchez. Muy arropados por los veteranos, veníamos después los jóvenes para poner en pie de lucha las obras y en jaque al sindicato vertical: Javier García, Pepe Torres, Josu Larrañaga, el Asturias, el Pelos y tantos otros. Me alegro de haber compartido militancia -y oficio de ferralla- con Paco en los años setenta.
Tenía una fuerte presencia y un verbo encendido, lo que unido a su singularidad le hizo muy popular. Se hizo más conocido por ser uno de los diez dirigentes de CCOO del proceso 1001 (1972): le pedían 19 años de cárcel. Sufrió casi 6 años, entre Zamora y Carabanchel. Era un indomable que realizaba huelgas de hambre, lo que le costó estar en celdas de castigo. Muchos tenemos grabada la imagen de Paco de pie, dirigiendo la palabra a cientos de personas que le rodeaban, en el Primero de Mayo legal de 1976, en el Pinar de la Siete Hermanas de la Casa de Campo. Aquel año dejó el celibato y se unió con su compañera, Isabel, con la que tuvo dos hijos.
Con la conquista de la libertad sindical y la transformación de CCOO de movimiento a sindicato, formó parte de la primera ejecutiva confederal de CCOO. Fue secretario de Finanzas del sindicato, responsabilidad para la que no estaba especialmente dotado, más allá de su gran honradez. El dinero le quemaba y Paco era un hombre de acción y no acababa de encontrar su acomodo en la burocracia del sindicato organizado. Perteneció al PCE y a su Comité Central, acabó discrepando con Carrillo y fue expulsado en 1981. Era un hombre con criterio, de los que no se callaban y no pagó servidumbres a nadie.
Dejó la dirección de CC.OO y se recicló como abogado laboralista en el sindicato para seguir defendiendo a los trabajadores de la construcción. Fue su última etapa laboral, hasta los 72 años. Tras enviudar y jubilarse, Paco se refugió en un retiro voluntario, muy descreído con la espuma de la política. Era difícil verle y, más aún, convencerle de que participase en algún acto. Con motivo de la presentación del libro Curas obreros, 45 años de testimonios (1963-2008) en el Ateneo de Madrid en 2009, a la que fui invitado, no pudieron localizarle. Corrieron bulos de que estaba en el campo como un anacoreta. Cualquier excusa fue buena para vivir discretamente su retiro.
Lo cierto es que siguió viviendo en su barriada de Villamil, en el Barrio del Pilar, lúcido de cabeza, desencantado, pero con la serenidad que le daba escribir y disfrutar de su familia. Fue prolífico escritor: había publicado decenas de libros de todo tipo, desde ensayos a novelas o libros de yoga, siendo uno de los primeros introductores de esta disciplina en España.
Yo le recuerdo como un hombre valiente, lleno de energía y comprometido con las buenas causas hasta las últimas consecuencias. Ayer por la tarde noche, cuando fui a despedirle y dar el pésame a sus hijos, estaba acompañado de un pequeño grupo de familiares. Él que tanto dio por los demás se ha ido como le hubiera gustado, discreto y digno. Sea para ti la tierra leve, compañero.
Fuente: cuartopoder.es
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